sexta-feira, 6 de janeiro de 2012

965- Michel Rocard - Una Europa al servicio de los ciudadanos.

Una Europa al servicio de los ciudadanos

¿Es justo que los pueblos paguen 600 u 800 veces más que los bancos?


 
Son cifras increíbles. Hace poco, un juez norteamericano falló a favor de los periodistas de Bloomberg que pedían al Banco Central de Estados Unidos que fuera totalmente transparente con la ayuda otorgada al sistema bancario durante los últimos tres años.
Tras haber examinado 20.000 páginas de diferentes documentos, Bloomberg demostró que la Reserva Federal le había prestado secretamente a los bancos en dificultad la gigantesca cantidad de 1.200.000 millones a un tipo increíblemente bajo de 0,01%.
Al mismo tiempo, en numerosos países, los pueblos están sufriendo los planes de austeridad impuestos por Gobiernos a quienes los mercados financieros ya no prestan millones a tipos inferiores al 6,7% o al 9%. Asfixiados por estos tipos, los Gobiernos se ven “obligados” a congelar las pensiones, las prestaciones familiares o los sueldos de los funcionarios; a hacer recortes y a disminuir las inversiones, lo que aumenta el paro y nos va a sumir a todos dentro de poco en una recesión de extrema gravedad.
¿Resulta normal que en caso de crisis, los bancos privados, a quienes suelen financiar los bancos centrales a un 1% puedan beneficiarse de un tipo al 0,01% pero que en las mismas circunstancias algunos Estados, por el contrario, deban pagar tipos 600 u 800 veces más elevados?
“Estar gobernados por el dinero organizado es tan peligroso como estarlo por el crimen organizado”, decía Roosevelt. Tenía razón. Estamos viviendo una crisis del capitalismo desregulado que puede ser suicida para nuestra civilización. Como dicen Edgar Morin y Stéphane Hessel en su último libro, nuestras sociedades deben elegir: la metamorfosis o la muerte.
¿Vamos a esperar a que sea demasiado tarde para abrir los ojos? ¿Vamos a esperar a que sea demasiado tarde para entender la gravedad de la crisis y elegir juntos la metamorfosis antes de que nuestras sociedades se disloquen? No tenemos aquí la posibilidad de desarrollar 15 reformas concretas que harían posible esta metamorfosis, pero queremos que sea posible quitarle la razón a Paul Krugman cuando explica que Europa se está encerrando en “una espiral mortal”.
¿Cómo podemos darle oxígeno a nuestras finanzas públicas ahora? ¿Cómo podemos actuar sin modificar los Tratados, una tarea que requeriría meses de trabajo y que quizás sea imposible dentro de poco si Europa es cada vez más odiada por los pueblos?
Angela Merkel tiene razón cuando dice que no hay que incitar a los Gobiernos a una huida hacia adelante, pero cabe recordar que la mayor parte de las sumas que nuestros Estados piden prestadas a los mercados financieros son para pagar deudas antiguas. Un ejemplo: en 2012, Francia tendrá que pedir prestados 400.000 millones: 100.000 corresponden al déficit del presupuesto (que sería casi inexistente si se anularan muchas de las rebajas fiscales otorgadas desde hace 10 años) y 300.000 corresponden a deudas antiguas que llegan a su vencimiento y que somos incapaces de reembolsar si no nos endeudamos de nuevo un par de horas antes de reembolsarlas.
El pasado, pasado está. Imponer tipos de interés descomunales para deudas acumuladas hace 5 o 10 años no contribuye a responsabilizar a los Gobiernos sino que asfixia nuestras economías en beneficio de algunos bancos privados; alegando que existe un riesgo, estos prestan a un tipo altísimo, aunque sepan que no hay ningún riesgo verdadero ya que el Fondo Europeo de Seguridad está para garantizar la solvencia de los Estados europeos.
Hay que acabar con lo de “dos pesos, dos medidas”: inspirándonos en lo que hizo el Banco Central norteamericano para salvar el sistema financiero, proponemos que la “deuda vieja” de nuestros Estados pueda ser refinanciada a un tipo de interés cercano al 0%.
No hay ninguna necesidad de modificar los Tratados europeos para poner en práctica esta idea: ciertamente el Banco Central no tiene derecho a prestar a los Estados miembros de la Unión Europea, pero puede prestar sin límite alguno a organismos públicos de crédito (artículo 21.3 del estatuto del sistema europeo de los bancos centrales) y a organizaciones internacionales (artículo 23 del mismo estatuto). Así pues el Banco Central Europeo puede prestar al 0,01% al Banco Europeo de Inversiones o a cualquier banco público nacional y ellos, pueden prestar al 0,102% a los Estados que se endeudan para pagar sus deudas viejas.
Nada impide establecer esta forma de financiación a partir del mes que viene. No lo decimos lo suficiente: el presupuesto de Italia tendría un excedente primario si no tuviera que pagar gastos financieros cada vez más elevados.
¿Tenemos que dejar que Italia se hunda en la recesión económica y la crisis política o hay que poner fin a las rentas de los bancos privados? La respuesta tendría que ser evidente para quien actúa a favor del bien común.
El papel fundamental que los Tratados le atribuyen al Banco Central es el de proteger la estabilidad de los precios. Por tanto, ¿cómo puede no reaccionar cuando ciertos países ven multiplicarse por dos o por tres el precio de sus Bonos del Tesoro en unos meses?
El Banco Central también tiene que velar por la estabilidad de nuestras economías. ¿Cómo puede no actuar cuando el precio de la deuda amenaza con sumirnos a todos en una recesión “más grave que la de 1930”, según el gobernador del Banco de Inglaterra?
Nada en los Tratados vigentes le prohíbe al Banco Central que intervenga con firmeza para hacer bajar el precio de la deuda pública. No solo no hay nada que se lo impida sino que todas las circunstancias lo incitan a hacerlo ya que para todos, la evolución del precio de la deuda pública es, hoy día, la inflación más preocupante.
En 1989, tras la caída del muro de Berlín, les bastó un mes a Helmut Kohl, François Mitterrand y a los otros jefes de Estado europeos para decidir la creación de la moneda única. Tras cuatro años de crisis ¿a qué están esperando nuestros dirigentes para oxigenar nuestras finanzas públicas? El mecanismo que proponemos podría aplicarse inmediatamente, tanto para disminuir el coste de la deuda antigua como para financiar inversiones fundamentales para nuestro porvenir.
Todos los que piden la negociación de un nuevo tratado europeo llevan toda la razón: con los países que quieran, debemos construir una Europa política, capaz de influir en la globalización, una Europa realmente democrática como ya lo proponían Wolfgang Schäuble y Karl Lamers en 1994 o Joschka Fischer en 2000.
Por supuesto, es necesario un tratado de convergencia social y una verdadera gobernanza económica. Todo esto es imprescindible. Pero no se podrá adoptar ningún nuevo tratado si nuestro continente se hunde en “una espiral de la muerte” y si una mayoría de ciudadanos acaba odiando cuanto viene de Bruselas.
Lo urgente es enviarle una señal muy clara a los pueblos: Europa no está en manos de los lobbies financieros. Europa está al servicio de los ciudadanos.

Michel Rocard fue primer ministro francés y Pierre Larrouturou es economista.

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