Internacional| 21/11/2011 | Copyleft
“El movimiento social empuja el cambio político”
Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, es también un destacado intelectual de la Izquierda boliviana y latinoamericana. Incluso hoy, en pleno proceso de cambio y bajo la intensidad del cargo, no sólo escribe profusamente sino que observa reflexivamente el trance revolucionario.
Paul Walder - Punto Final
Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, es también un destacado intelectual de la Izquierda boliviana y latinoamericana. Incluso hoy, en pleno proceso de cambio y bajo la intensidad del cargo, no sólo escribe profusamente sino que observa reflexivamente el trance revolucionario.
García Linera fue convocado en 2005 por Evo Morales para acompañarlo en el binomio presidencial. Su historia revolucionaria en el Ejército Guerrillero Túpac Katari, su formación en ciencias puras y sociales (es matemático y sociólogo), su conocimiento del mundo y la cultura indígena, así como su atenta lectura de Marx, Lenin y Gramsci, entre otros, le llevó a moldearse como un nexo, o un traductor, entre los campesinos indígenas y las clases medias urbanas, señala el periodista Pablo Stefanoni en la introducción de La potencia plebeya, antología de ensayos del vicepresidente.
La conversación que sostuvo Punto Final con el vicepresidente de Bolivia tuvo como contexto la marcha de los indígenas del Tipnis (Parque Nacional Isidoro Securé), conflicto que García Linera comprende como parte, tal vez necesaria, de las tensiones creativas de todo proceso revolucionario, cuyo desenlace si bien apunta hacia el socialismo, no es ni inmediato ni rápido ni tampoco unidireccional. Es un proceso singular.
Como estudioso del marxismo y de cultura indígena, vínculo que intenta organizar y fusionar en sus numerosos ensayos, hoy observa el proceso de cambio político, económico y cultural boliviano como un proceso no sólo único, sino con muy pocas referencias en los clásicos. Durante diez años rastreó por diversas bibliotecas textos y cuadernos de Marx sobre “los pueblos sin historia”, sin encontrarlas.
La revolución avanza en estas oleadas y retrocesos, en este camino de liberación en el que surgen tensiones, conflictos, que han de resolverse creativamente. Un proceso que no está libre de peligros. Desde 2005 el gobierno del presidente Morales ha estado expuesto a todo tipo de conspiraciones, ataques y atentados de la oligarquía y el imperio, que hoy espera utilizar para sus propios fines las nuevas tensiones sociales. En medio de esta permanente lucha y de todo esto nos habla el vicepresidente, García Linera.
Han surgido nuevamente conflictos sociales, que están expresados con evidencia en la marcha de los indígenas del Tipnis. ¿Cómo se interpreta este movimiento en un contexto revolucionario protagonizado por la misma sociedad, por los mismos pueblos?
“Hay una mezcla entre legítimas preocupaciones y demandas de sectores sociales. Que no las hubiera hablaría de una sociedad muerta. Todo proceso revolucionario no es homogéneo, eso sería una dictadura. Un proceso revolucionario es un cambio continuo, tendencias, demandas, posiciones. La revolución es la forma de discurrir, orientados a fines y metas comúnmente construidas. En esta etapa, derrotado inicialmente el adversario fundamental y su proyecto de Estado, de economía, de sociedad -conservador, neoliberal, racista, neocolonial-, la efervescencia tiende a concentrarse al interior del movimiento popular, lo que hemos denominado las tensiones creativas de la revolución, contradicciones secundarias de un lado y de otro, porque no hay un diseño de cómo se conduce una revolución. Ni Lenin lo tenía.
Todo proceso revolucionario siempre ha tenido esta complejidad respecto a la ruta. Comienzan a surgir tensiones al interior del movimiento popular como parte de la construcción del proceso revolucionario y el gobierno debe saber muy bien oír, equilibrar, potenciar. Pero como el adversario ha sido derrotado sólo temporalmente en su forma visible y personificada, intentará convertir las tensiones internas en contradicciones que escindan el bloque, que lo debiliten y lo desgasten. Siento que estamos viviendo en Bolivia esas tensiones, desde las que surgen movimientos legítimos. Es muy legítimo que los compañeros se preocupen sobre el futuro del bosque, pero también es legítimo que se demande una carretera para unir regiones.
Sobre estas demandas se van a encontrar legítimas preocupaciones propias de sectores sociales, pero a veces está la presencia malsana de otro tipo de intereses, de orientaciones políticas que intentarán manipular, cooptar, direccionar estas tensiones para generar una confrontación”.
Una revolución es un proceso que tiene un horizonte. ¿Hacia dónde avanza esta revolución? ¿Cuáles son los riesgos de estancamiento, retroceso o pérdida con este tipo de conflictos?
“Este es un proceso de transición hacia una nueva estructura social, que no la vamos a construir solos. Es una nueva estructura social de carácter planetario. Hay algunos compañeros que nos piden que en Bolivia se haga lo que tiene que hacerse en el mundo. Nos piden el comunismo. ¡Cómo le piden tanto a un pequeño país! Bolivia hará su aporte, está la decisión, la voluntad, ciertas potencias anidadas en sus estructuras comunitarias nos colocan en buenas condiciones.
Transición, sí, pero ¿hasta cuándo? Hasta que otros países, otros sectores sociales, puedan acoplarse a este ritmo. ¿Cómo un pequeño país de diez millones de habitantes va a apuntar hacia un lugar si el resto del continente está apuntando a otro? Pero aquí vamos. Tenemos un norte, que es una sociedad postcapitalista, que llamaremos socialista, comunista, pero eso no se hace ni en un año, ni en diez, ni en décadas, y tampoco lo hará Bolivia sola, ni el continente, sino el mundo. Bolivia puede ofrecerse a entregar su experiencia en este tránsito”.
Bolivia no puede ir sola en este proceso que es regional y planetario: ¿qué visión tiene usted de este proceso en la región? ¿Avances? ¿A qué asistimos hoy?
“Creo que el continente está viviendo el momento más progresista, hasta cierto punto revolucionario, de los últimos 50 o cien años. Varias cosas influyen. El retroceso de la lógica neoliberal, tan destructiva, criminal, que cercena derechos sociales y conquistas humanas que tenía la sociedad años atrás. Al mismo tiempo, este fenómeno ha ido permitiendo la presencia de gobiernos progresistas, de Izquierda, revolucionarios, en el continente, lo que no significa necesariamente gobiernos de carácter socialista. Lo interesante es que esta emergencia no es casual, sino que permite que el continente se convierta en una especie de avanzada planetaria y de debates. Estamos debatiendo qué hacemos con la salud, con la educación, qué hacemos con los bosques, con la economía, de una manera muy sana, muy fresca, sin tutelajes, sin esa actitud servil de las elites gobernantes anteriores, que asumían que todo lo que decía Estados Unidos y Europa era sagrado. Esa barbaridad, sacralizada durante veinte años en el continente, ha retrocedido. Nos ha hecho reflexionar, aun equivocándonos, desde nuestra propia experiencia, creatividad y libertad.
Lo interesante es que esto surge en medio de dos cosas: una crisis de la hegemonía norteamericana en el mundo entero, tal vez peligrosa para América Latina, pero también permite que entre aire fresco, que se resquebrajen esas murallas asfixiantes con las que EE.UU. tenía controlado el continente. América Latina puede mirar hacia otros lados, hacia China, por ejemplo, para satisfacer ciertas necesidades de su economía. Eso ha llevado a que el continente esté en una excelente situación: gobiernos progresistas, mayor amplitud de vinculación económica, menos dependencia a los miedos y a las crisis que se dan en el mundo entero y capacidad de resistencia a partir de las propias economías y de la articulación regional”.
Apropiación de la riqueza es colectiva
Tenemos a la vista una crisis mundial y caída del valor de las materias primas, lo que afectará a las economías exportadoras. ¿Cómo puede solventar esta situación la articulación regional?
“Yo creo que el continente de una manera no muy planificada, pero convergente, ha ido creando un espacio regional. ¿Por qué las economías latinoamericanas no han sido tan afectadas por la crisis económica global, tanto en 2008 como ahora? Porque diversifican sus productos a varios mercados y porque han apostado también a sus propios mercados internos, como Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia. Exportamos mucho, el doble o el triple que hace cinco años, pero la mitad de nuestro crecimiento depende hoy del mercado interno. Hay más mercado regional. Las tres recetas se han dado: diversificación de mercados internacionales, mayor vinculación regional de nuestras economías y una fuerte presencia del mercado interno, aun cuando no tanto como en los años 50”.
¿Qué peso tiene la articulación económica regional en los procesos revolucionarios? ¿Qué estructura económica ve en Unasur? Teniendo en cuenta que en Latinoamérica también hay grandes corporaciones, ¿cómo
participa el mercado?
“Es difícil. Si uno quiere ser realista, apuntar hacia un modelo socialista es muy lento. Las velocidades de los pueblos son muy distintas. Lo que sí podemos imaginar a corto plazo es este espacio regional económico-político actuando al unísono en el contexto de un espacio mundial. Se puede definir, a partir de sus riquezas internas, un mejor posicionamiento de cada país en particular, pero presentado como colectivo en el contexto mundial, como proveedores de materias primas, niveles de formación profesional más o menos avanzados, vinculación con los dos océanos, poseedores de riquezas clave para la economía del siglo XXI, comenzando por el agua, biodiversidad, petróleo, litio, alimentos.
En algunos países hay mayor presencia de la iniciativa privada, en otros más presencia del Estado. Internamente, cada país sabrá absorber y distribuir de la mejor manera en función de su propia composición interna. Pero hoy, en la mayor parte de continente, yo diría que en un 80 por ciento, las corrientes apuntan a una mayor presencia del Estado. Del mismo modo, por el desarrollo de los pueblos se instalará una agenda de mayor equilibrio. No es un regreso al estatismo absorbente, que tapa los poros de la sociedad; es una mezcla, una tensión creativa, de presencia del Estado como distribuidor de la riqueza y presencia de lo privado como dinamizador de iniciativas económicas. Brasil a su modo, Venezuela a su modo, Bolivia a su modo… no hay un modelo. Aquí nadie puede imponer al otro un modelo, nadie puede decirnos éste es el camino del mundo”.
En el caso de Bolivia hablamos de economía plural. ¿Cuáles son las principales fuerzas que explican el fuerte desarrollo económico de los últimos años?
“La economía está definida para satisfacer necesidades humanas, para generar bienestar, no para acumular riquezas. Bolivia ha basado su crecimiento en exportaciones y en el crecimiento interno. Estamos exportando más gas, más minerales, y han subido los precios. Excelente. Pero además, hoy el 80 por ciento de la riqueza queda en manos de bolivianos: antes ese 80 por ciento quedaba en mano extranjeras. Se ha modificado la relación de propiedad y el control del excedente, se ha exportado más, pero también se ha logrado un desarrollo, una expansión gigantesca de la economía interna.
Eso significa mejor distribución interna, potenciamiento de la economía local, de la pequeña producción, de la economía campesina. Bolivia ha apostado a la exportación y al mercado interno. Tanto como modelo de desarrollo económico, modo de distribución de la riqueza y modo de expansión de la satisfacción de las necesidades de la gente. Esa es la gran diferencia con el modelo neoliberal. El país crece a una alta tasa, pero la apropiación de la riqueza es colectiva”.
La derecha no desaparece
Pese a estos evidentes avances sociales, surgen movimientos como los indígenas del Tipnis. Usted vincula el abierto y, por cierto, sospechoso apoyo de la derecha a los indígenas como la búsqueda del desgaste del gobierno para intentar una restauración conservadora.
“El adversario no desaparece. Se le están afectando intereses muy grandes. Es evidente que quieren de un modo u otro que este proceso termine. Mire usted: antes, todo el dinero que llegaba al Estado se entregaba a pequeñas elites financieras, agroindustriales y familiares. Al campo y a la gente en la calle, nada. Ahora el Estado tiene cinco veces más dinero. ¿Usted cree que hay gente en este país que no desea usufructuar de ese dinero? Que un campesino -o un profesor universitario- esté redireccionando esos recursos para beneficiar a los más humildes cuando eso podría estar potenciando las economías de sus familias, como lo hacían antes, eso no nos lo van a perdonar nunca. No perdonarán que la renta de la economía boliviana no se canalice a los grupos familiares que controlaban el país”.
Todos estos argumentos apuntan a que la crisis puede profundizarse en cualquier momento…
“Siempre está el riesgo de la restauración. Lo han intentado. Me han intentado matar, también al presidente Evo. Han intentado un golpe de Estado hace sólo tres años. Hace tres años gobernábamos sólo dos departamentos: La Paz y Oruro. No podíamos viajar por el país o llegar a un aeropuerto regional, tenían tomadas las instituciones, renunciaban los ministros, las secretarias lloraban, la seguridad nos decía que de aquí solo saldríamos muertos. Y tras eso, la contratación de mercenarios para intentar crear un conflicto que permitiera la intervención de la ONU. Han intentado todo, y seguramente vendrán más dificultades. La derecha nunca va a detenerse.
No puede hacerlo ahora como proyecto político alternativo. Hace cinco años hubo un empate catastrófico, con dos proyectos políticos que disputaban la adhesión militante de la sociedad. Pero uno fue derrotado, que es el proyecto neoliberal. Aunque no hay tal proyecto, eso no significa que no haya reacción ni riesgo de restauración aprovechando las fisuras que se dan. Son conflictos que se dan al interior del bloque popular, que tienen que darse y necesitan darse, pero si no se los sabe tratar de manera revolucionaria y democrática pueden convertirse en punta de lanza para el potenciamiento de la reacción”.
Pese a ello se avanza y se profundiza el proceso revolucionario. ¿Qué prioridades consideran para afianzarlo?
“Hay que seguir considerando estas tensiones, seguir profundizando el proceso de revolución, de transformación, potenciar a los sectores subalternos. Hemos dicho que en esta etapa, una vez que se tiene el poder político, lo que corresponde es avanzar hacia el poder económico. Que la sociedad laboriosa amplíe el poder económico. Esa es una cosa complicada, que no se hace por decreto. Tiene que ver con la capacidad económicamente autoorganizativa de la sociedad. El Estado puede brindar elementos, recursos, pero la fuerza autoorganizada de la sociedad no la da el Estado”.
Cambio político, económico. ¿El proceso de cambio y el poder político en manos indígenas ha permitido que emerja la verdadera identidad de Bolivia?
“No podrá haber nunca más una Bolivia sin indios. Así de claro y fuerte. Los indígenas han asumido la conciencia de su mayoría y de su poder. Eso representa una conquista irreversible en la memoria y en la piel de la gente. La pregunta es si se consolidará lo indígena organizado, asumiendo el liderazgo desde el Estado, como es hoy, o simplemente como un acoplamiento secundario y casi testimonial, como suele darse en otras partes del mundo. No por haberse tomado conciencia de su situación significa que se tenga el poder”.
Acción reivindicativa y acción política
Volviendo a los actuales problemas, ¿es posible que la heterogeneidad de los movimientos sociales que conforman la base del gobierno tienda hoy a su fragmentación? ¿Radica ahí un problema real? ¿Es necesaria una institucionalidad política de mayor peso?
“Acuérdese que la socialdemocracia europea surgió de los movimientos obreros en el siglo XIX. Eran fundamentalmente estructuras sindicales. Después vino el proceso de institucionalización partidaria, ya en el siglo XX el movimiento obrero aparece subordinado a una estructura política. Hay algo de novedad, pero también de continuidad en lo que sucede hoy en Bolivia. Yo no diría que la falta de institucionalización sea un elemento deficitario. El riesgo es que la institucionalización vaya a separar el partido, la elite política y la toma de decisiones de las organizaciones sociales. Esa es la experiencia europea que no habría que repetir.
¿Cuál es la enseñanza de Bolivia comparada con los inicios de la socialdemocracia, a comienzos del siglo XX? Que esta separación entre acción reivindicativa y acción política es una separación artificialmente construida; que es posible que ambas vayan juntas, que lo reivindicativo es político. Hemos absorbido del movimiento social las reivindicaciones de nacionalizar, las reivindicaciones de Asamblea Constituyente, las demandas de industrializar. No ha surgido de la reflexión partidaria. O la misma toma del poder: indígenas tomando el poder. Eso no ha surgido de un partido político y ni siquiera de un partido político indígena. Ha surgido de la acción colectiva. Bolivia es un ejemplo de que la acción reivindicativa puede tener niveles de universalidad, es decir, de construcción de una plataforma de carácter nacional”.
Pese a ello persiste el problema: creo que hay una cierta fragilidad política en la pura reivindicación, que siempre es corporativa y por tanto fragmentada.
“El movimiento social no siempre construye demandas de carácter universal. Esto lo hace de manera excepcional. Como movimiento social tiene miradas corporativas. Esta es una de las tensiones creativas que estamos viendo. Después de la gran oleada viene el repliegue. Y durante estos repliegues, que pueden ser temporales o prolongados, el movimiento social se repliega en lo corporativo. Este es el problema de hoy, no la falta de institucionalización. El problema es que el movimiento social tiende en momentos a lo corporativo, lo que nos lleva a un vacío. Qué haces en ese momento, cuando un grupo lo quiere todo incluso con el riesgo de arruinar al resto. Marx no dice nada, Lenin tampoco, Robespierre tampoco, tal vez Mao, pero es muy críptico lo que escribe. ¿Dónde apoyarse? Hay que inventar el camino propio. ¿Hay que darle más poder al Estado? Pero cómo, para que el Estado no le arrebate iniciativas a la sociedad. Estas son las tensiones creativas, que no están en ningún manual.
Por el momento, la sociedad se repliega sobre sí misma. Hay que confiar en la revitalización de la sociedad. No importa que haya marchas, pero que se reivindique lo universal, porque así surgió este proceso, cuando compañeros indígenas, campesinos, obreros, se miraron como gente abusada, humillada, pero que entendían que salían adelante juntos. Así se creó este proceso. Entonces, hay que seguir confiando en esa fuerza vital de la sociedad. El Estado no puede reemplazar a la sociedad, y menos un Estado revolucionario, pero a la vez tampoco puede quedar arrinconado por el corporativismo de las organizaciones sociales. Tiene que ir reinvindicando lo común, pero apoyado en lo social. Hay que confiar que habrá una nueva oleada, que algunos sectores impulsarán lo universal y otros no. Entonces, con el apoyo de esos sectores y en base al diálogo democrático, impulsar lo universal”.
Durante el siglo XIX se formó una convicción política que marcó gran parte de ese siglo y el siguiente, pero tal vez es sólo una función de líderes e intelectuales…
“La gente lucha por cosas concretas. Nosotros, los intelectuales, los políticos, nos inventamos ideales para movernos moralmente. La gente que busca comida, trabajo, con el tiempo va haciendo ideales en torno a los cuales se agrupa, pero es un proceso largo. Se pregunta, por ejemplo: Tengo que nacionalizar los hidrocarburos. ¿Por qué? Porque el país y sus ciudadanos necesitan esos recursos. Porque en este país hay recursos que no me llegan, que se los llevan los extranjeros. A partir de su vida concreta se construyen ideales. Este es apenas un despertar, que puede ser ahogado, pero es un despertar en un proceso de largo aliento. América Latina todavía dará mucho que hablar en términos de sus procesos revolucionarios que son de ida y de venida. No nos imaginemos procesos de ascenso permanente”.
¿Como en el movimiento chileno por la educación: de lo concreto a lo universal?
“La demanda de la educación como derecho colectivo es una cosa fundamental. No sólo afecta la manera en que un gobierno ha imaginado el uso de los recursos de su presupuesto, afecta una política de gobierno. También se pone en debate la educación como un bien público, que el Estado debe asumir, o como un servicio privado cuyo acceso depende del volumen de la billetera. Esa es la lógica neoliberal de la educación. Pero hay una tercera capa, que nos lleva al viejo debate marxista de valor de uso o valor de cambio. ¿Es la educación un valor de uso, un bien necesario que requiere el ser humano para satisfacer sus necesidades, o es un negocio, una mercancía? En esta reivindicación tan simple se está jugando la política gubernamental, la lógica neoliberal, la razón estructural de una sociedad. Por eso es tan bella esta reivindicación. Donde se presente tiene esta profundidad estructural, que nos conmueve a todos. Es un hecho universal. No es gremial ni reivindicativo. Los jóvenes que luchan por educación, que lo hacen también en Europa, están luchando por un nuevo universo, por un nuevo entendimiento de lo que es patrimonio de todos, derecho de todos por ser humanos, por ser ciudadanos, independientemente del territorio o condición económica”.
García Linera fue convocado en 2005 por Evo Morales para acompañarlo en el binomio presidencial. Su historia revolucionaria en el Ejército Guerrillero Túpac Katari, su formación en ciencias puras y sociales (es matemático y sociólogo), su conocimiento del mundo y la cultura indígena, así como su atenta lectura de Marx, Lenin y Gramsci, entre otros, le llevó a moldearse como un nexo, o un traductor, entre los campesinos indígenas y las clases medias urbanas, señala el periodista Pablo Stefanoni en la introducción de La potencia plebeya, antología de ensayos del vicepresidente.
La conversación que sostuvo Punto Final con el vicepresidente de Bolivia tuvo como contexto la marcha de los indígenas del Tipnis (Parque Nacional Isidoro Securé), conflicto que García Linera comprende como parte, tal vez necesaria, de las tensiones creativas de todo proceso revolucionario, cuyo desenlace si bien apunta hacia el socialismo, no es ni inmediato ni rápido ni tampoco unidireccional. Es un proceso singular.
Como estudioso del marxismo y de cultura indígena, vínculo que intenta organizar y fusionar en sus numerosos ensayos, hoy observa el proceso de cambio político, económico y cultural boliviano como un proceso no sólo único, sino con muy pocas referencias en los clásicos. Durante diez años rastreó por diversas bibliotecas textos y cuadernos de Marx sobre “los pueblos sin historia”, sin encontrarlas.
La revolución avanza en estas oleadas y retrocesos, en este camino de liberación en el que surgen tensiones, conflictos, que han de resolverse creativamente. Un proceso que no está libre de peligros. Desde 2005 el gobierno del presidente Morales ha estado expuesto a todo tipo de conspiraciones, ataques y atentados de la oligarquía y el imperio, que hoy espera utilizar para sus propios fines las nuevas tensiones sociales. En medio de esta permanente lucha y de todo esto nos habla el vicepresidente, García Linera.
Han surgido nuevamente conflictos sociales, que están expresados con evidencia en la marcha de los indígenas del Tipnis. ¿Cómo se interpreta este movimiento en un contexto revolucionario protagonizado por la misma sociedad, por los mismos pueblos?
“Hay una mezcla entre legítimas preocupaciones y demandas de sectores sociales. Que no las hubiera hablaría de una sociedad muerta. Todo proceso revolucionario no es homogéneo, eso sería una dictadura. Un proceso revolucionario es un cambio continuo, tendencias, demandas, posiciones. La revolución es la forma de discurrir, orientados a fines y metas comúnmente construidas. En esta etapa, derrotado inicialmente el adversario fundamental y su proyecto de Estado, de economía, de sociedad -conservador, neoliberal, racista, neocolonial-, la efervescencia tiende a concentrarse al interior del movimiento popular, lo que hemos denominado las tensiones creativas de la revolución, contradicciones secundarias de un lado y de otro, porque no hay un diseño de cómo se conduce una revolución. Ni Lenin lo tenía.
Todo proceso revolucionario siempre ha tenido esta complejidad respecto a la ruta. Comienzan a surgir tensiones al interior del movimiento popular como parte de la construcción del proceso revolucionario y el gobierno debe saber muy bien oír, equilibrar, potenciar. Pero como el adversario ha sido derrotado sólo temporalmente en su forma visible y personificada, intentará convertir las tensiones internas en contradicciones que escindan el bloque, que lo debiliten y lo desgasten. Siento que estamos viviendo en Bolivia esas tensiones, desde las que surgen movimientos legítimos. Es muy legítimo que los compañeros se preocupen sobre el futuro del bosque, pero también es legítimo que se demande una carretera para unir regiones.
Sobre estas demandas se van a encontrar legítimas preocupaciones propias de sectores sociales, pero a veces está la presencia malsana de otro tipo de intereses, de orientaciones políticas que intentarán manipular, cooptar, direccionar estas tensiones para generar una confrontación”.
Una revolución es un proceso que tiene un horizonte. ¿Hacia dónde avanza esta revolución? ¿Cuáles son los riesgos de estancamiento, retroceso o pérdida con este tipo de conflictos?
“Este es un proceso de transición hacia una nueva estructura social, que no la vamos a construir solos. Es una nueva estructura social de carácter planetario. Hay algunos compañeros que nos piden que en Bolivia se haga lo que tiene que hacerse en el mundo. Nos piden el comunismo. ¡Cómo le piden tanto a un pequeño país! Bolivia hará su aporte, está la decisión, la voluntad, ciertas potencias anidadas en sus estructuras comunitarias nos colocan en buenas condiciones.
Transición, sí, pero ¿hasta cuándo? Hasta que otros países, otros sectores sociales, puedan acoplarse a este ritmo. ¿Cómo un pequeño país de diez millones de habitantes va a apuntar hacia un lugar si el resto del continente está apuntando a otro? Pero aquí vamos. Tenemos un norte, que es una sociedad postcapitalista, que llamaremos socialista, comunista, pero eso no se hace ni en un año, ni en diez, ni en décadas, y tampoco lo hará Bolivia sola, ni el continente, sino el mundo. Bolivia puede ofrecerse a entregar su experiencia en este tránsito”.
Bolivia no puede ir sola en este proceso que es regional y planetario: ¿qué visión tiene usted de este proceso en la región? ¿Avances? ¿A qué asistimos hoy?
“Creo que el continente está viviendo el momento más progresista, hasta cierto punto revolucionario, de los últimos 50 o cien años. Varias cosas influyen. El retroceso de la lógica neoliberal, tan destructiva, criminal, que cercena derechos sociales y conquistas humanas que tenía la sociedad años atrás. Al mismo tiempo, este fenómeno ha ido permitiendo la presencia de gobiernos progresistas, de Izquierda, revolucionarios, en el continente, lo que no significa necesariamente gobiernos de carácter socialista. Lo interesante es que esta emergencia no es casual, sino que permite que el continente se convierta en una especie de avanzada planetaria y de debates. Estamos debatiendo qué hacemos con la salud, con la educación, qué hacemos con los bosques, con la economía, de una manera muy sana, muy fresca, sin tutelajes, sin esa actitud servil de las elites gobernantes anteriores, que asumían que todo lo que decía Estados Unidos y Europa era sagrado. Esa barbaridad, sacralizada durante veinte años en el continente, ha retrocedido. Nos ha hecho reflexionar, aun equivocándonos, desde nuestra propia experiencia, creatividad y libertad.
Lo interesante es que esto surge en medio de dos cosas: una crisis de la hegemonía norteamericana en el mundo entero, tal vez peligrosa para América Latina, pero también permite que entre aire fresco, que se resquebrajen esas murallas asfixiantes con las que EE.UU. tenía controlado el continente. América Latina puede mirar hacia otros lados, hacia China, por ejemplo, para satisfacer ciertas necesidades de su economía. Eso ha llevado a que el continente esté en una excelente situación: gobiernos progresistas, mayor amplitud de vinculación económica, menos dependencia a los miedos y a las crisis que se dan en el mundo entero y capacidad de resistencia a partir de las propias economías y de la articulación regional”.
Apropiación de la riqueza es colectiva
Tenemos a la vista una crisis mundial y caída del valor de las materias primas, lo que afectará a las economías exportadoras. ¿Cómo puede solventar esta situación la articulación regional?
“Yo creo que el continente de una manera no muy planificada, pero convergente, ha ido creando un espacio regional. ¿Por qué las economías latinoamericanas no han sido tan afectadas por la crisis económica global, tanto en 2008 como ahora? Porque diversifican sus productos a varios mercados y porque han apostado también a sus propios mercados internos, como Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia. Exportamos mucho, el doble o el triple que hace cinco años, pero la mitad de nuestro crecimiento depende hoy del mercado interno. Hay más mercado regional. Las tres recetas se han dado: diversificación de mercados internacionales, mayor vinculación regional de nuestras economías y una fuerte presencia del mercado interno, aun cuando no tanto como en los años 50”.
¿Qué peso tiene la articulación económica regional en los procesos revolucionarios? ¿Qué estructura económica ve en Unasur? Teniendo en cuenta que en Latinoamérica también hay grandes corporaciones, ¿cómo
participa el mercado?
“Es difícil. Si uno quiere ser realista, apuntar hacia un modelo socialista es muy lento. Las velocidades de los pueblos son muy distintas. Lo que sí podemos imaginar a corto plazo es este espacio regional económico-político actuando al unísono en el contexto de un espacio mundial. Se puede definir, a partir de sus riquezas internas, un mejor posicionamiento de cada país en particular, pero presentado como colectivo en el contexto mundial, como proveedores de materias primas, niveles de formación profesional más o menos avanzados, vinculación con los dos océanos, poseedores de riquezas clave para la economía del siglo XXI, comenzando por el agua, biodiversidad, petróleo, litio, alimentos.
En algunos países hay mayor presencia de la iniciativa privada, en otros más presencia del Estado. Internamente, cada país sabrá absorber y distribuir de la mejor manera en función de su propia composición interna. Pero hoy, en la mayor parte de continente, yo diría que en un 80 por ciento, las corrientes apuntan a una mayor presencia del Estado. Del mismo modo, por el desarrollo de los pueblos se instalará una agenda de mayor equilibrio. No es un regreso al estatismo absorbente, que tapa los poros de la sociedad; es una mezcla, una tensión creativa, de presencia del Estado como distribuidor de la riqueza y presencia de lo privado como dinamizador de iniciativas económicas. Brasil a su modo, Venezuela a su modo, Bolivia a su modo… no hay un modelo. Aquí nadie puede imponer al otro un modelo, nadie puede decirnos éste es el camino del mundo”.
En el caso de Bolivia hablamos de economía plural. ¿Cuáles son las principales fuerzas que explican el fuerte desarrollo económico de los últimos años?
“La economía está definida para satisfacer necesidades humanas, para generar bienestar, no para acumular riquezas. Bolivia ha basado su crecimiento en exportaciones y en el crecimiento interno. Estamos exportando más gas, más minerales, y han subido los precios. Excelente. Pero además, hoy el 80 por ciento de la riqueza queda en manos de bolivianos: antes ese 80 por ciento quedaba en mano extranjeras. Se ha modificado la relación de propiedad y el control del excedente, se ha exportado más, pero también se ha logrado un desarrollo, una expansión gigantesca de la economía interna.
Eso significa mejor distribución interna, potenciamiento de la economía local, de la pequeña producción, de la economía campesina. Bolivia ha apostado a la exportación y al mercado interno. Tanto como modelo de desarrollo económico, modo de distribución de la riqueza y modo de expansión de la satisfacción de las necesidades de la gente. Esa es la gran diferencia con el modelo neoliberal. El país crece a una alta tasa, pero la apropiación de la riqueza es colectiva”.
La derecha no desaparece
Pese a estos evidentes avances sociales, surgen movimientos como los indígenas del Tipnis. Usted vincula el abierto y, por cierto, sospechoso apoyo de la derecha a los indígenas como la búsqueda del desgaste del gobierno para intentar una restauración conservadora.
“El adversario no desaparece. Se le están afectando intereses muy grandes. Es evidente que quieren de un modo u otro que este proceso termine. Mire usted: antes, todo el dinero que llegaba al Estado se entregaba a pequeñas elites financieras, agroindustriales y familiares. Al campo y a la gente en la calle, nada. Ahora el Estado tiene cinco veces más dinero. ¿Usted cree que hay gente en este país que no desea usufructuar de ese dinero? Que un campesino -o un profesor universitario- esté redireccionando esos recursos para beneficiar a los más humildes cuando eso podría estar potenciando las economías de sus familias, como lo hacían antes, eso no nos lo van a perdonar nunca. No perdonarán que la renta de la economía boliviana no se canalice a los grupos familiares que controlaban el país”.
Todos estos argumentos apuntan a que la crisis puede profundizarse en cualquier momento…
“Siempre está el riesgo de la restauración. Lo han intentado. Me han intentado matar, también al presidente Evo. Han intentado un golpe de Estado hace sólo tres años. Hace tres años gobernábamos sólo dos departamentos: La Paz y Oruro. No podíamos viajar por el país o llegar a un aeropuerto regional, tenían tomadas las instituciones, renunciaban los ministros, las secretarias lloraban, la seguridad nos decía que de aquí solo saldríamos muertos. Y tras eso, la contratación de mercenarios para intentar crear un conflicto que permitiera la intervención de la ONU. Han intentado todo, y seguramente vendrán más dificultades. La derecha nunca va a detenerse.
No puede hacerlo ahora como proyecto político alternativo. Hace cinco años hubo un empate catastrófico, con dos proyectos políticos que disputaban la adhesión militante de la sociedad. Pero uno fue derrotado, que es el proyecto neoliberal. Aunque no hay tal proyecto, eso no significa que no haya reacción ni riesgo de restauración aprovechando las fisuras que se dan. Son conflictos que se dan al interior del bloque popular, que tienen que darse y necesitan darse, pero si no se los sabe tratar de manera revolucionaria y democrática pueden convertirse en punta de lanza para el potenciamiento de la reacción”.
Pese a ello se avanza y se profundiza el proceso revolucionario. ¿Qué prioridades consideran para afianzarlo?
“Hay que seguir considerando estas tensiones, seguir profundizando el proceso de revolución, de transformación, potenciar a los sectores subalternos. Hemos dicho que en esta etapa, una vez que se tiene el poder político, lo que corresponde es avanzar hacia el poder económico. Que la sociedad laboriosa amplíe el poder económico. Esa es una cosa complicada, que no se hace por decreto. Tiene que ver con la capacidad económicamente autoorganizativa de la sociedad. El Estado puede brindar elementos, recursos, pero la fuerza autoorganizada de la sociedad no la da el Estado”.
Cambio político, económico. ¿El proceso de cambio y el poder político en manos indígenas ha permitido que emerja la verdadera identidad de Bolivia?
“No podrá haber nunca más una Bolivia sin indios. Así de claro y fuerte. Los indígenas han asumido la conciencia de su mayoría y de su poder. Eso representa una conquista irreversible en la memoria y en la piel de la gente. La pregunta es si se consolidará lo indígena organizado, asumiendo el liderazgo desde el Estado, como es hoy, o simplemente como un acoplamiento secundario y casi testimonial, como suele darse en otras partes del mundo. No por haberse tomado conciencia de su situación significa que se tenga el poder”.
Acción reivindicativa y acción política
Volviendo a los actuales problemas, ¿es posible que la heterogeneidad de los movimientos sociales que conforman la base del gobierno tienda hoy a su fragmentación? ¿Radica ahí un problema real? ¿Es necesaria una institucionalidad política de mayor peso?
“Acuérdese que la socialdemocracia europea surgió de los movimientos obreros en el siglo XIX. Eran fundamentalmente estructuras sindicales. Después vino el proceso de institucionalización partidaria, ya en el siglo XX el movimiento obrero aparece subordinado a una estructura política. Hay algo de novedad, pero también de continuidad en lo que sucede hoy en Bolivia. Yo no diría que la falta de institucionalización sea un elemento deficitario. El riesgo es que la institucionalización vaya a separar el partido, la elite política y la toma de decisiones de las organizaciones sociales. Esa es la experiencia europea que no habría que repetir.
¿Cuál es la enseñanza de Bolivia comparada con los inicios de la socialdemocracia, a comienzos del siglo XX? Que esta separación entre acción reivindicativa y acción política es una separación artificialmente construida; que es posible que ambas vayan juntas, que lo reivindicativo es político. Hemos absorbido del movimiento social las reivindicaciones de nacionalizar, las reivindicaciones de Asamblea Constituyente, las demandas de industrializar. No ha surgido de la reflexión partidaria. O la misma toma del poder: indígenas tomando el poder. Eso no ha surgido de un partido político y ni siquiera de un partido político indígena. Ha surgido de la acción colectiva. Bolivia es un ejemplo de que la acción reivindicativa puede tener niveles de universalidad, es decir, de construcción de una plataforma de carácter nacional”.
Pese a ello persiste el problema: creo que hay una cierta fragilidad política en la pura reivindicación, que siempre es corporativa y por tanto fragmentada.
“El movimiento social no siempre construye demandas de carácter universal. Esto lo hace de manera excepcional. Como movimiento social tiene miradas corporativas. Esta es una de las tensiones creativas que estamos viendo. Después de la gran oleada viene el repliegue. Y durante estos repliegues, que pueden ser temporales o prolongados, el movimiento social se repliega en lo corporativo. Este es el problema de hoy, no la falta de institucionalización. El problema es que el movimiento social tiende en momentos a lo corporativo, lo que nos lleva a un vacío. Qué haces en ese momento, cuando un grupo lo quiere todo incluso con el riesgo de arruinar al resto. Marx no dice nada, Lenin tampoco, Robespierre tampoco, tal vez Mao, pero es muy críptico lo que escribe. ¿Dónde apoyarse? Hay que inventar el camino propio. ¿Hay que darle más poder al Estado? Pero cómo, para que el Estado no le arrebate iniciativas a la sociedad. Estas son las tensiones creativas, que no están en ningún manual.
Por el momento, la sociedad se repliega sobre sí misma. Hay que confiar en la revitalización de la sociedad. No importa que haya marchas, pero que se reivindique lo universal, porque así surgió este proceso, cuando compañeros indígenas, campesinos, obreros, se miraron como gente abusada, humillada, pero que entendían que salían adelante juntos. Así se creó este proceso. Entonces, hay que seguir confiando en esa fuerza vital de la sociedad. El Estado no puede reemplazar a la sociedad, y menos un Estado revolucionario, pero a la vez tampoco puede quedar arrinconado por el corporativismo de las organizaciones sociales. Tiene que ir reinvindicando lo común, pero apoyado en lo social. Hay que confiar que habrá una nueva oleada, que algunos sectores impulsarán lo universal y otros no. Entonces, con el apoyo de esos sectores y en base al diálogo democrático, impulsar lo universal”.
Durante el siglo XIX se formó una convicción política que marcó gran parte de ese siglo y el siguiente, pero tal vez es sólo una función de líderes e intelectuales…
“La gente lucha por cosas concretas. Nosotros, los intelectuales, los políticos, nos inventamos ideales para movernos moralmente. La gente que busca comida, trabajo, con el tiempo va haciendo ideales en torno a los cuales se agrupa, pero es un proceso largo. Se pregunta, por ejemplo: Tengo que nacionalizar los hidrocarburos. ¿Por qué? Porque el país y sus ciudadanos necesitan esos recursos. Porque en este país hay recursos que no me llegan, que se los llevan los extranjeros. A partir de su vida concreta se construyen ideales. Este es apenas un despertar, que puede ser ahogado, pero es un despertar en un proceso de largo aliento. América Latina todavía dará mucho que hablar en términos de sus procesos revolucionarios que son de ida y de venida. No nos imaginemos procesos de ascenso permanente”.
¿Como en el movimiento chileno por la educación: de lo concreto a lo universal?
“La demanda de la educación como derecho colectivo es una cosa fundamental. No sólo afecta la manera en que un gobierno ha imaginado el uso de los recursos de su presupuesto, afecta una política de gobierno. También se pone en debate la educación como un bien público, que el Estado debe asumir, o como un servicio privado cuyo acceso depende del volumen de la billetera. Esa es la lógica neoliberal de la educación. Pero hay una tercera capa, que nos lleva al viejo debate marxista de valor de uso o valor de cambio. ¿Es la educación un valor de uso, un bien necesario que requiere el ser humano para satisfacer sus necesidades, o es un negocio, una mercancía? En esta reivindicación tan simple se está jugando la política gubernamental, la lógica neoliberal, la razón estructural de una sociedad. Por eso es tan bella esta reivindicación. Donde se presente tiene esta profundidad estructural, que nos conmueve a todos. Es un hecho universal. No es gremial ni reivindicativo. Los jóvenes que luchan por educación, que lo hacen también en Europa, están luchando por un nuevo universo, por un nuevo entendimiento de lo que es patrimonio de todos, derecho de todos por ser humanos, por ser ciudadanos, independientemente del territorio o condición económica”.
Fotos: Punto Final
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