Preguntan: Carlos Lascarro,
Diemer Lascarro y Leonel Martínez[3]
Con ocasión al
lanzamiento de la segunda edición de su libro "Teoría Crítica
Constitucional" y a propósito del I Encuentro Nacional de Semilleros de
Investigación Jurídica Crítica, donde el profesor Sanín será invitado especial,
tuvimos la oportunidad de conversar con él, para que respondiera algunas de
nuestras inquietudes sobre el estudio del constitucionalismo actual, su crítica
al constitucionalismo liberal contemporáneo y la genealogía que identifica su
propuesta.
Parece que no todos se
quisieran “engordar” y ganar fama con los lujos teóricos del constitucionalismo
occidental y su fatal realidad virtual: el neo-constitucionalismo, reflejado en el frágil, pero peligroso espejo
de una academia de espaldas al país y de frente a problemitas de gramática. Todo un gran reto desgarrar
los cimientos en que se funda el constitucionalismo, sobre todo en contextos tan
inequitativos como el nuestro, donde se cree que la interpretación y aplicación
de la constitución es una cuestión de principios o reglas, de valores o
derechos, de convalidación normativa; piezas que en últimas, se des-preocupan
por los verdaderos cuestionamientos: ¿Qué hacer con el canibalismo de la
pobreza?, ¿Cómo estallar en pedazos la injusticia social o las desigualdades
extremas con simples teorías de ponderación o acciones de tutela? En pocas
palabras, esta entrevista es una invitación, seductora, agresiva, -califíquela
usted- a crear desconfianza en la teoría jurídica y proponer que la crítica
constitucional no puede ser tratada como un asunto intrascendental; sino que debe
ser considerada como una alternativa que se pregunta por las condiciones de posibilidad
de un nuevo orden global, bajo la bandera de la descolonización; que piensa
críticamente la sociedad y construye las aproximaciones de una verdadera
resistencia popular A continuación la
entrevista.
1-
LLL[4]: Profesor Sanín, si intentamos establecer una estructura o
genealogía de la teoría crítica constitucional ¿Cuáles serían los elementos
necesarios de ésta? o, en otras palabras: ¿Qué partes identifican la teoría
crítica?
Ricardo Sanín: La teoría crítica constitucional no es una simple crítica
interna que pretenda detectar el mal funcionamiento del sistema con base en sus
premisas, esa ha sido la labor de un constitucionalismo dogmático que termina
siendo complaciente y superficial, pues al convertirse en una mera técnica de
convalidación de las premisas del sistema permite que sus fundamentos, que son
la parte gruesa de la tradición moderna/colonial, signifiquen que la
subordinación y opresión histórica se integren sin problema a nuevas formas de
dominación, disfrazadas en nombres simples como colaboración internacional y
tratados de libre comercio. En otras palabras el constitucionalismo tradicional
es ciego e inútil ante las verdaderas formas del poder político, a su concentración
y expansión letal que destruye mundos y gentes sin compasión. Ahora, esa
ceguera e inutilidad no son una simple marca de invalidez de sus portadores, es
decir no se trata de inocencia o candidez, todo lo contrario, su proyecto ha
sido mantener vivo el aparato demoníaco de la injusticia social, el
constitucionalismo tradicional ha sido el socio ideal del capitalismo devorador
y el imperialismo sin fronteras.
La teoría crítica cuestiona la idea misma de constitución y su
capacidad de alterar esas inmensas balanzas de poder que hoy están por fuera
del esquema constitucional propio del Estado-nación y pone permanentemente en
entredicho la capacidad de las constituciones y el derecho de servir de
vehículos hacía una auténtica democracia e igualdad social, por lo tanto la
aproximación de la teoría crítica no es interna, sino externa al sistema mismo,
lo cuestiona y lo lleva a sus consecuencias últimas hasta que la máscara se
despedace y revele sus contradicciones internas, entre otras cosas demuestra
que las constituciones clásicas y modernas lejos de ser una herramienta que auspicie
la democracia, han sido el instrumento ideal del poder para contenerla y
sofocarla, que lejos de producir igualdad social han sido el método primordial
para mantener una estricta diferenciación de clases. Así mientras que el
constitucionalismo tradicional (prevalente en Colombia) depende de palabras
sagradas, verdaderos fetiches intocables como los derechos humanos, el estado
de derecho y tantas otras, es allí donde la teoría crítica constitucional
encuentra la podredumbre de un sistema que se vale de conceptos sagrados y por
tanto obscenos y fuera de contención alguna, que definen al mundo postrando su
imaginación y sensibilidad política y es allí donde la teoría crítica promete
una apertura hacia mundos que no estén condenados por la parálisis de lo sacrosanto
como máquina de concupiscencia, como tolerancia muda hacía la miseria y la
destrucción del 99% calculada milimétricamente por los poderosos, que no son
otra cosa que los manteles puestos por el constitucionalismo tradicional.
Una pequeña anécdota puede ilustrarles más fácilmente lo que les
estoy diciendo, hace sólo un par de años cuando explicaba mi teoría del pueblo
y la democracia a mis alumnos de la Javeriana, utilicé la palabra “constituyencia”,
inmediatamente apareció ante mis ojos el fantasma de Fernando Hinestrosa, mi
profesor de obligaciones en el Externado, parado como un espectro hamletiano me
decía con voz severa “así no se dice”, casi me orino del susto, claro, el
“Padre”, el dueño de las claves del lenguaje, este es el punto abismal, el
derecho tradicional es ante todo terror “divino” ante el lenguaje, todo se
trata de incapacitarnos para crear nuevas palabras que designen nuevas
realidades, esa ha sido su labor durante toda la historia de occidente, ejercer
un control estricto sobre el lenguaje y privarnos de la capacidad de alterarlo
y con ello empujar los límites de la realidad, es allí donde precisamente obra
la teoría crítica como demolición de lo dado, como invención de lo político sin
el lastre horrible de lo impronunciable.
Mientras la misión del derecho tradicional ha sido una intensa
imposición del texto sagrado que impone profundamente en nosotros un deber
mítico que se traduce en nuestra aceptación silenciosa y sumisa de que “nada
puede ser diferente” ¡todo está dado!, la teoría crítica es su emancipación, es
la liberación de una transmisión milenaria del conocimiento donde somos sus
lacayos, que neutraliza lo problemático como “pueblo” a favor de mega esquemas
como “constitución”, un conocimiento que esconde lo verdaderamente ideológico
tras sombras impenetrables de racionalidad y sistematicidad. Es allí donde la
teoría crítica puede lograr verdaderas transformaciones pues asume, por
ejemplo, que la pobreza o el racismo no son marginales al proyecto
constitucional, sino sus más claros rasgos, protegidos tras nuestra incapacidad
de verlos, porque, según el derecho tradicional, simplemente no podemos
nombrarlos.
2-
LLL: La siguiente pregunta
de seguro perturbará a muchos: ¿Cree usted que la filosofía política (Žižek,
Laclau), incluyamos también el Psicoanálisis (Lacaniano), puede ofrecer más que
la misma teoría jurídica (Alexy, Dworkin) al estudio del constitucionalismo actual? E,
¿implica esto, entonces, un constitucionalismo sin constitución?
Sentados de izquierda a
derecha: Santiago Sanmiguel y Ricardo Sanín. De pie, de izquierda a derecha: Diemer Lascarro, Daniel Florez, Leonel Martínez y Carlos Lascarro.
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RS: Para continuar con la idea anterior, estudiar a profundidad a
Alexy o Dworkin es un simple ejercicio de sofisticación teórica tan útil para
las verdades del mundo desastroso en el que vivimos como jugar un juego de mesa
muy inteligente y desconectado del mundo, esa es su profundidad, gente como
esta solo proporciona respuestas correctas, sí y solo sí usted acepta a ciegas
las premisas del sistema, si no toca lo sagrado que une las costuras de esas
confecciones metafísicas, es decir que proporciona respuestas correctas a
preguntas falsas, por ejemplo podemos corregir las decisiones del juez sí y
solo sí aceptemos las crueldad corporativa en un mundo desregulado y que admite
la aniquilación de la diferencia y la estratificación del planeta, esto se
vuelve en un miserable simulacro teórico y sus defensores permanecerán por
siempre en nubes etéreas sin dientes para morder realidades trágicas que son la
regla del mundo. Los únicos que se imaginan a Alexy aquí son los que no quieren
estar aquí, los que viven de espalda al país y de frente a los halagos de la
academia, socios agazapados, y muchas veces inconscientes de la derecha más
dura y cruel, que cambian la oportunidad de involucrarse seriamente con los
desastres del país por treparse en finezas teóricas que no contribuyen en nada
y todo lo contrario eclipsan cualquier intención de compromiso serio con el
mundo, pero claro, tras esos compromisos teóricos yace todo un régimen de
deseos inconclusos, que delatan nuestras carencias, nuestra incompletitud; ser
epígono de la academia falangista española nos pone en circulación y nos da el
reconocimiento internacional que tanto codiciamos, que importa que el país del
que uno quiere “blanquearse” se muera desangrado, con tal que seamos venerados
en universidades dogmáticas y clausuradas a la realidad.
Claro, Zizek es fundamental si uno quiere penetrar la verdadera
textura de las ideologías y ver por dentro la carne con la que está hecha lo
sagrado, Laclau es fundamental para entender la formación del momento en que el
pueblo escapa de la cárcel institucional, supera su prisión moderna y se hace
democracia, Lacan es la ruta hacía la creación de la subjetividad política y a
las posibilidades de emancipación del sujeto.
En resumen todos ellos nos ayudan a ver al otro lado de nuestra
densa mentira que posa como verdad, pero a ellos debemos agregar a los que nos
empoderan para entender que el capitalismo, el derecho internacional, el
constitucionalismo serían impensables sin asumir el vínculo absoluto entre la
colonialidad y la modernidad, que demuestran que estudiar derecho
constitucional sin asumir, por ejemplo, que América no fue incorporada a un
sistema capitalista existente, sino que simplemente el capitalismo no existiría
sin la idea de América, se vuelve un despropósito, es allí donde autores como
Walter Mignolo, Santiago Castro Gómez, Lewis Gordon, Roberto Vidal o Nelson
Maldonado-Tórres son fundamentales para hacer un verdadero giro hacía un
auténtico constitucionalismo.
3-
LLL: Para terminar Profesor
Sanín, ¿No será que el llamado Neo-constitucionalismo representa un último
intento desesperado de mantener un capitalismo global con rostro humano,
supuestamente remediando los males que el mismo sistema crea, pero realmente
prolongando la enfermedad misma?
RS: Una constitución que hoy no niegue el capitalismo no merece
llamarse tal. Las constituciones de Venezuela Bolivia y Ecuador no son simples
variaciones de las tipologías del constitucionalismo moderno occidental, como
lo quiere hacer ver el neo-constitucionalismo y como sí lo es la constitución
colombiana, sino una nueva forma
política, jurídica y cultural que implica la transformación total de lo que
entendemos por constitución.
De manera que mientras constituciones como la colombiana son elongaciones
de un proyecto colonial/moderno, y a pesar de sus inmensos logros está confinada
en su imposibilidad de transformar el paisaje político y proyectarse hacia una
democracia libre de agentes que la determinan, los procesos constituyentes en Venezuela,
Bolivia y Ecuador son revoluciones en el sentido entero de la palabra, es decir
transformaciones del tiempo, el espacio, el poder, el sentido de conflicto y de
subjetividades políticas cuya única marcha atrás sería una restauración de la
modernidad que transforma, pero me temo que el neo-constitucionalismo, antes
que ser una fuerza motriz de estos procesos, es precisamente el último y más
desesperado intento reaccionario de una academia vendida al proyecto
moderno-occidental para restaurar el orden de las cosas y volver a una realidad
donde la constitución protege los privilegios de unos pocos y garantiza la
sumisión democrática del pueblo.
Por ello el vacío colosal de la
tradición constitucionalista de América Latina, que es donde veo plenamente al
neo-constitucionalismo, lo que la hace una gigantesca colección de basura
editorial, ha sido construir estatutos teóricos por fuera de la realidad
monumental de Imperio y colonialidad que nos hace ser lo que somos, y por ello
el papel que termina cumpliendo con creces, es precisamente ser un mecanismo
formidable de la perpetuación de la colonialidad, la exclusión y la violencia
del derecho y por el derecho, creo que el Imperio no ha reconocido
suficientemente la gran labor que han desempeñado los constitucionalistas para
el fortalecimiento de las formas de opresión y extracción de los grandes
proyectos imperiales de occidente, sobre sus lomos obedientes y su fe ciega que
no pregunta jamás ¿Por qué? se sigue cargando el botín de la colonialidad.
El neo-constitucionalismo es el asesino bajo
nuevos ropajes y un nuevo nombre, pero esconde tras de sí el puñal que quiere
dirigir al corazón de la democracia, cada vez que nos habla de la importancia
del juez constitucional etc. No está diciendo nada nuevo, es la resurrección
del racionalismo, la exclusión y el lenguaje típico de las hegemonías tradicionales,
no hay nada novedoso ni imaginativo, mucho menos osado, en esta moda que todo
lo que pretende es capturar y desactivar los verdaderos movimientos
revolucionarios en América Latina.
Barranquilla, Colombia
Julio de 2012
[1] El profesor Ricardo Sanín Restrepo es
actualmente el principal referente del
pensamiento jurídico crítico en Colombia. Profesor de doctorado en la
Universidad Pontifica Javeriana, y en diversos programas de Maestría en Derecho
de reconocidas universidades colombianas, Conferencista invitado a la
Universidad de Londres, La Universidad de California en Berkeley, la
Universidad de Buenos Aires, PUC Rio de Janeiro, entre otras. Miembro
activo de la Critical Legal Conference y Presidente del Capítulo Colombia de la
Red para el Constitucionalismo Democrático. Autor de múltiples artículos y
libros sobre Constitucionalismo, Justicia Constitucional e Ideas Políticas.
[2]Teoría
crítica constitucional
es uno de los textos más importantes del profesor Sanín, en él se intentan, entre
otras cosas, rescatar la (oxidada) democracia de las despóticas garras del
liberalismo.
[3] Estudiantes de
derecho e investigadores críticos de la Universidad
del Atlántico. Fundadores del Ciclo de Conversatorios: Debates postergados de Teoría Constitucional y Filosofía del derecho.
[4] Por
razones estéticas, nos vimos coaccionados a crear una abreviatura que incluyera
algún dato de los autores. Por tanto, las tres LLL corresponden a una
abreviatura de los tres autores: la primera a Carlos Lascarro, la segunda a Diemer Lascarro, y la tercera a Leonel Martínez.
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